TRES PROBLEMAS SOBRE LA MODERNIDAD
Abel Rojas
La modernidad, como cualquier producto
cultural humano, presenta virtudes y defectos. Mientras que las virtudes pueden
ser ensalzadas y cultivadas, los defectos deben ser denostados y privados de concretización.
Frente a la modernidad, existen diversas posturas de pensamiento, que acomodan
sus ideas centrales, en uno u otro polo, o bien procuran ofrecer una mirada más
centrada y racional -antes que una polarizada como las demás.
A las corrientes de pensamiento frente
a la modernidad, pueden planteárseles varios problemas. En el presente trabajo,
se señalan tres problemas de esta índole.
El primer problema hace referencia al
posicionamiento que toma cualquier postura de pensamiento frente a la
modernidad. Se sostiene que no es posible estar enteramente de acuerdo con la
modernidad, ni estar enteramente en desacuerdo con ella. Cualquier
postura de pensamiento ante la modernidad, deberá asumir que la modernidad como
tal, es un sistema complejo que alberga en sí aspectos positivos y negativos
para la sociedad. Y que, en consecuencia, es imposible aceptarla o rechazarla
totalmente.
El segundo problema trata del alcance
de la crítica o acepción de la modernidad. Cuando se critica o acepta la
modernidad, se critica o acepta, también, al menos un elemento de la cultura
premoderna. Esto es así, porque, la modernidad, no es un sistema completamente
nuevo que no tiene raíces en lo tradicional. La modernidad, como muchos de los
productos culturales, toma base en al menos algunos elementos culturales
tradicionales y los incorpora en su sistema.
El tercer problema está relacionado
específicamente con la praxiología humana respecto a la modernidad. En este
apartado, se intenta poner en tela de juicio la relación que existe entre el
pensamiento y la acción; en este caso, cuestionando las ideas y las prácticas
de los críticos de la modernidad.
Tómese en cuenta que, el problema de la
modernidad, es altamente complejo, de modo que aquí, únicamente se plantea tres
problemas. Estos tienen cierto grado de abstracción propia de la filosofía. Es
decir, se emplean algunas herramientas formales con la finalidad de hacer más
abarcador el grado de problematización.
Primer problema
La pregunta: ¿qué es modernidad?, aún
no ha encontrado una respuesta adecuada. Si bien se tiene por conocimiento
seguro ciertas características incuestionables de la modernidad (como ciencia,
tecnología, racionalismo, secularismo y otros), una caracterización completa,
expuesta en una teoría, es difícil de realizar. Incluso, se podría objetar sobre
estas presuntas características “seguras”, alegando que existió una 'ciencia china', 'ciencia inca',
'ciencia egipcia', o que estas sociedades, además de tener rasgos de mitología
o religiosidad, también tuvieron trazos de una forma de tecnología,
racionalidad, etc.
Esto es así porque existe un amplio
debate acerca de este asunto, tanto así, que las personas que escriben sobre
ella o hacen referencia a ella, siempre intentan mencionarla con cierta
cautela. A pesar de esto, es posible y necesario tener nociones más o menos
plausibles acerca de la modernidad y su derivado, que es el modernismo. Consideremos,
por ejemplo, un texto relacionado al modernismo, que se encuentra en el libro El posmodernismo vaya timo, del filósofo
y sociólogo Gabriel Andrade, que caracteriza a la modernidad según sus rasgos más
sobresalientes:
«El modernismo es, a grandes
rasgos, la mentalidad colectiva que vino a imperar en la civilización
occidental a partir de, más o menos, el siglo XVII. Esta mentalidad estuvo
caracterizada por una creciente valoración y predominio de la racionalidad en
todas las facetas de la vida. Cada vez más, la gente empezó a emplear la
racionalidad y a interesarse por conocer la naturaleza y su funcionamiento. Así
fue como surgió el método científico. La ciencia empezó a ofrecer resultados
significativos, y, a partir de los conocimientos cultivados por la ciencia, la
civilización occidental incrementó sus invenciones y el uso de la tecnología. […]
Los historiadores suelen llamar a este periodo modernidad.»
Si
bien se puede caracterizar a la modernidad de modo aproximativo como la suma de
los rasgos peculiares:
Secularismo + Racionalidad + Ciencia + Tecnología,
una
definición formal de Modernidad puede
ser la siguiente:
[1]
M = {x/ (µ) x}
Donde:
M
= modernidad
µ = el producto total de la
modernidad
De
acuerdo a esta definición formal [1], modernidad vendría a ser todos los elementos
que la conforman. De este modo, toda proferencia que integre en sus oraciones
la frase: 'la modernidad', hace referencia ineludible a todos y cada uno de los
elementos que constituyen la modernidad.
Ahora
bien, las posturas de pensamiento frente a este fenómeno iniciado en parte de
Europa del siglo XVII, son caóticas. Sin embargo, una división a priori de
posibles posturas ante la modernidad, puede ser la siguiente:
1 totalmente a favor
2 parcialmente a favor
3 totalmente en contra
4 parcialmente en contra
Estas
cuatro posturas de pensamiento, son formas posibles de actitud frente a la
modernidad. A continuación, se analizan cada una de ellas.
Si
las posturas 2 y 4 aparecen de modo desligado, esto es, uno independiente del
otro, lo más seguro, es que se trata de una posición simplista, o bien fuertemente
influida por cuestiones políticas o ideológicas. No se puede estar parcialmente
a favor de la modernidad, como tampoco se puede estar parcialmente en contra de
ella; ambas posiciones, separadas una de la otra, no mantienen la suficiente
potencia para ser aceptadas como una posición plausible y racional.
En
cambio, si las posturas 2 y 4 aparecen de modo conjuntado, son plausibles y
racionales, siempre y cuando estén lo suficientemente fundamentados.
A
diferencia de las demás, las posturas 1 y 3, son excluyentes. Esto es, acomodan
su posición en uno y otro polo. Este es el tipo de posturas que se problematiza
en este apartado del primer problema,
porque resultan más problemáticas, especialmente la que se presenta en la
postura 3.
Las
posturas afines a 3, pueden ser halladas en varios pensadores. De modo muy
general, estos pueden ser agrupados en la corriente de pensamiento de los
posmodernos y los transmodernos. Ambas posiciones cuestionan a la modernidad,
sugiriendo su negación, o bien negándola por completo. Al concentrar su crítica en la modernidad, asemejan su pensamiento a la postura 4, pero finalmente terminan
en la postura 3. Así, por ejemplo, la posmodernidad (en líneas generales),
niega la visión universalista de la modernidad. Del mismo modo, el
transmodernismo, pretende dejar atrás la modernidad, proyectando un más allá o
fuera de la modernidad. Autores paradigmáticos (o precursores) de ambas
corrientes son, entre otros, Lyotard y Dussel respectivamente.
Como
puede advertirse, ambas corrientes de pensamiento comparten su crítica a la modernidad,
aunque no exactamente del mismo modo[1].
Por
ejemplo, Juan José Bautista, uno de los discípulos más connotados de Enrique
Dussel, expone el pensamiento de este último en forma sucinta:
«Creemos (y es nuestra hipótesis)
que la obra de Enrique Dussel, es un buen ejemplo de que no sólo se puede “pensar
desde América latina”, sino también de lo que significa pensar hoy de cara a
los problemas que plantea nuestro tiempo, no sólo los de tercer mundo. Que en
última instancia implica pensar no ya desde los pre-supuestos que la
modernidad-posmodernidad ha fundamentado durante cinco siglos, sino desde un
horizonte más allá del marco categorial del pensamiento moderno, lo cual
implica partir en el ejercicio del pensar, de otros presupuestos, de otros
fundamentos, de otras concepciones y de otras cosmovisiones, de modo que podamos
concebir las dimensiones de la vida humana de otro modo que el ser
europeo-moderno-occidental, si es que todavía somos capaces de imaginar y crear
un mundo radicalmente distinto, en el que podamos caber todos.» (Bautista,
2010: 389-390)
El proyecto de la transmodernidad
ha sido seguido por un amplio número de intelectuales especialmente de
Latinoamérica (Castro-Gómez y Grosfoguel 2007; Lander, 2002). Incluso, este
pensamiento ha llegado a niveles de rechazo de toda la modernidad en su
conjunto, como algo inviable para la humanidad (Bautista, 2012: 52).
Por todo lo dicho, es plausible
sostener que existen posturas de pensamiento que niegan la modernidad, que
están totalmente en contra de la modernidad. Esto valida la postura posible
número 3.
La
visión 1 y especialmente la postura 3, es muy bien advertido por el filósofo de
la ciencia Mario Bunge, el cual sostiene:
«Tanto
los defensores como los detractores de la modernidad concuerdan en que sus
motores son la ciencia y la técnica. Sin embargo, éstas son practicadas por
pocos y entendidas por menos. Para peor, son ampliamente incomprendidas. Por
ejemplo, suele confundírselas entre sí y atribuírseles todos los bienes o, al
contrario, todos los males de nuestro tiempo.» (Bunge, 2000: xi)
Al
llegar a este punto, cabe preguntarse: ¿es plausible estar completamente en
contra o a favor de la modernidad? Sostengo que no. Esto es así, por la
definición dada en [1] y su argumentación que se expone a continuación.
Aceptando
la visión ontológica de que todo objeto es poseedor de varios aspectos, se
podría decir que la modernidad es una entidad compleja, compuesta por varias
partes o elementos. De tal manera que, ejercer una predicación totalista acerca
de ella, es imposible, dada la característica multiaspectiva del objeto en cuestión.
Es decir, formular proposiciones del tipo: 'la modernidad es buena/mala,
positiva/negativa, benéfica/maléfica', es absurdo, puesto que, de acuerdo a la
definición [1], siempre que se diga: 'la modernidad', se hace referencia a todos
y cada uno de los elementos de la modernidad. Y puesto que tales elementos no
son iguales, no se pueden formular proposiciones como las mencionadas. En suma,
no se puede estar totalmente en contra o a favor de la modernidad.
Dicho
de manera formalizada:
[2]
∃x/ (ϕ) x, donde ϕ puede representar al elemento bueno o
malo de la modernidad.
Por
[1] y [2], se puede afirmar que, no es posible hacer juicios totales acerca de
M. Consecuentemente, no es racional ni plausible sostener las posturas 1 y 3.
Segundo problema
Otro problema que podemos identificar
en el tipo de postura de pensamiento 3, que reúne a los detractores de la
modernidad, es que, si se rechaza la modernidad, se rechaza también los
elementos culturales previos a la modernidad. Esto es así porque, la modernidad,
también está constituida por elementos que ya existían antes de su emergencia –y
esto niega cualquier idea que considere que la modernidad es algo completamente
nuevo.
En efecto, la modernidad alberga en sí
al menos algunos elementos de las culturas precedentes, como bien lo advierte
el sociólogo Mumford: «Las
civilizaciones no son organismos autónomos. El hombre moderno no hubiera podido
fundar sus propios modos de pensamiento particulares o inventar su actual
equipo técnico sin aprovecharse libremente de las culturas que le precedieron
[…]» (Mumford, 2002: 126). Esta visión también es recalcada por Dussel (1998) o
el arqueólogo Ottolengi (s/a). Esto quiere decir que, la modernidad, como
muchos fenómenos contemporáneos, fagocitan y parten de otros elementos
previamente existentes, que, para el caso que nos ocupa, pueden ser catalogados
como tradicionales (no modernos, si se quiere).
En
resumen, podemos enunciar el planteamiento de este problema del siguiente modo:
(1)
La modernidad se compone de elementos culturales antiguos y nuevos.
(2)
El pensador x rechaza la modernidad.
(3)
Por tanto, el pensador x rechaza los elementos culturales antiguos. (de
1&2)
Lo que se resalta en las premisas (1),
(2) y su consecuente (3), es que, mantener el enunciado (1), implica (al menos
implícitamente) mantener el enunciado (3). Esto puede ser comprendido con mayor
facilidad apelando al axioma de la transitividad, que se ocupa de estudiar las
relaciones de enunciados. Si analizamos la relación de los enunciados (1), (2)
y (3), podremos advertir que:
R
es transitiva ⇿def
∀
x, y, z, (<x, y> ∈ R ˄ <y, z> ∈
R →
<x, z> ∈ R),
que puede ser adaptado a este caso, y
leído del siguiente modo: existe una relación R transitiva, sí y solo sí, por definición,
para todo (1), (2) y (3), si (1) y (2) pertenecen a R; (2) y (3) pertenecen a R,
entonces, (1) y (3), pertenece a la relación R.
Dicho en términos más sencillos, afirmar
(1) y (2), implica necesariamente, afirmar (3). De esto se deduce que,
cualquier enunciado que niegue la modernidad, niega también los elementos culturales
previos a la modernidad, que, fueron incorporados a ésta. Por lo tanto, negar o
rechazar la modernidad, también implica negar o rechazar la tradicionalidad (o,
de modo más preciso, los elementos tradicionales incorporados a la modernidad).
Ahora bien, nótese que, los posmodernos
(especialmente con su variante relativista), descartan cualquier crítica a las
formas culturales tradicionales, otorgándole un valor a éstas. Del mismo modo,
asumiendo ya una posición más clara y firme, los transmodernos arguyen que la
tradicionalidad es la única forma de superar y reemplazar a la modernidad.
Pero, considerando el razonamiento
elaborado anteriormente, los teóricos que están totalmente en contra de la
modernidad (postura 3), quizá no tomaron en cuenta este detalle que, al
parecer, dinamita su posición sutilmente.
Tercer problema
El tercer problema, está relacionado
estrictamente con la praxiología. Se analiza críticamente la coherencia entre
lo que se dice y lo que se hace. En este punto, también son objetos de consideración,
los pensadores adeptos de la postura de pensamiento que está totalmente en
contra de la modernidad.
De este modo, resultan afectados principalmente
los críticos de la modernidad. Básicamente, porque teóricamente sostienen que
hay que estar en contra de la modernidad, pero, a nivel práctico, resulta
bastante complicado hacer lo que pregonan. Consideremos el siguiente análisis.
Es
habitual escuchar y leer pensamientos que detestan de plano la modernidad.
Existen humanos que rechazan la modernidad en toda su magnitud. Lo
característico de estos individuos, es que hablan o escriben, pero limitándose
a eso: nada más que hablar o escribir. En lo que sigue, se muestran casos
particulares limitados a una dimensión hipotética. Esto es, se emplean casos
posibles para ejemplificar esta situación. Tómese en cuenta que, este caso,
toma como premisa fundamental, el rechazo total de la modernidad.
Caso
1
(1)
Se rechaza la modernidad.
(2)
Se contrae una enfermedad que solamente puede ser curada con medicina moderna.
(3)
Se tiene la posibilidad real de emplear la medicina moderna (i. e. no existen
impedimentos de comprar las medicinas, asistir a un buen hospital, etc.)
(4)
Se emplea la medicina moderna.
(5)
En una situación crítica de enfermedad, se emplea los productos de la
modernidad. (de 2&4)
Caso
2
(1)
Se rechaza la modernidad.
(2)
El celular, el avión y el automóvil son productos de la modernidad.
(3)
Se tiene la necesidad de llamar por celular, viajar en avión o utilizar un
automóvil.
(4)
Se usa el celular, el avión y automóvil.
(5)
En una situación de necesidad de uso de celular, avión y automóvil, se emplea el celular, avión
y automóvil. (de 3&4)
Del
mismo modo que se ha ejemplificado en los Casos 1 y 2, se puede ejemplificar la
incoherencia del pensamiento y la acción en una infinidad de situaciones. Mutatis
mutandis, lo que vale para los casos ejemplificados, vale para todos los casos
posibles y concretos.
Se
puede decir que, todos los casos posibles y concretos de este tipo, comparten
el hecho de que: i) se niega la modernidad a nivel verbal o escrito y, ii) se
emplea los productos de la modernidad o se realizan actos relativos a ella.
Esto es por demás incoherente, y además, tiene otras implicancias[2].
Se
pueden plantear varios problemas a las corrientes de pensamiento respecto a la
modernidad. En este trabajo, se ha hecho un planteamiento de tres problemas que
debería plantearse cualquier individuo que mantenga alguna postura de
pensamiento respecto a la modernidad. En el primero, se sostiene que no es
posible negar o asumir rotundamente la modernidad; en el segundo, se mantiene
que negar la modernidad implica negar al menos algunos elementos culturales de
las sociedades previas a la modernidad; y por último, en el tercero, se ha
dejado en claro que se puede encontrar pensadores que no son coherentes a nivel
práctico con su rechazo a la modernidad. Estos problemas son tareas urgentes a
resolver para los que rechazan de plano la modernidad. Así como a fines del
siglo pasado, parece ser que el tema de la modernidad aún está en el debate
intelectual del siglo XXI.
Bibliografía
Andrade, Gabriel, ¿Qué diablos es
el posmodernismo? En: El posmodernismo ¡Vaya timo!, España, Laetoli,
2013.
Bautista S., Juan José, Hacia la Descolonización de la Ciencia
Social Latinoamericana. Cuatro ensayos metodológicos y epistemológicos, Bolivia,
Rincón Ediciones, 2012.
Bautista S., Juan José, Crítica de la Razón boliviana, Elementos
para una crítica de la subjetividad del boliviano con conciencia colonial,
moderna y latino-americana, Bolivia, Rincón Ediciones, 2010.
Bunge,
Mario. La investigación científica.
México: Siglo XXI editores, 2000.
Castro-Gómez,
Santiago; Grosfoguel, Ramón (editores). El
giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del
capitalismo global. Colombia: Siglo del Hombre Editores: 2007.
Dussel,
Enrique. La ética de la liberación: ante
el desafío de Apel, Taylor y Vattimo con respuesta crítica inédita de K.-O,
Apel. 1998. Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/otros/20120507093648/etica.pdf
Gramalglia,
Paola. La encrucijada de la ética y la
política en la filosofía de la liberación. Investigación sobre la concepción
del sujeto ético de Dussel. Bolivia: Autodeterminación, 2015.
Lander,
Edgardo (compilador). La colonialidad del
saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas.
Argentina: CLACSO, 2002.
Lyotard,
Jean- Francois. La condición posmoderna.
Madrid: Cátedra, 1989.
Mumford,
Lewis. Técnica y civilización.
España: Alianza Editorial, 2002.
Ottolenghi,
Aldo. Orígenes de la civilización occidental.
Argentina: Hachete, s/a
[1]Incluso Enrique Dussel empleó la
palabra posmodernidad antes que Lyotard, considerado el célebre precursor del
posmodernismo. Al respecto, Gramaglia (2015: 23) escribe: «[L]a
filosofía de la liberación puede ser considerada crítica de la modernidad aún
antes del movimiento posmoderno, cuyo texto central es la obra de Lyotard de
1979.»
[2] Por ejemplo, que el profesor
estadounidense rechace la modernidad pero que goce de los beneficios de la
modernidad además de vivir en un ambiente eminentemente moderno. Y que el hombre
del tercer mundo, seguidor de las ideas del profesor estadounidense, evite usar
los productos de la modernidad (como celulares e internet por ejemplo) y viva
en un ambiente eminentemente tradicional (no moderno, o el campo).
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